CASTIGOS FISICOS COMO FORMA DE CRIANZA

Lamentablemente, la crianza de los hijos no ha sido la más consciente a lo largo de la historia. A menudo repetimos sin pensar lo que hacían nuestros padres y abuelos, sin preguntarnos si lo que hacemos es correcto. Hay muchas creencias parentales que no hemos revisado y que seguimos repitiendo mecánicamente con la esperanza de que funcionen. Sin embargo, una creencia especialmente dañina y arraigada en la cultura parental es la convicción de que utilizar la violencia física es una forma eficaz y conveniente de educar a los hijos. Por desgracia, esta violencia y este castigo deberían llamarse por su verdadero nombre, que es abuso. Cuando castigamos físicamente a nuestros hijos, en realidad los estamos maltratando y nosotros mismos nos convertimos en agresores. Esto suena grave, pero las consecuencias del maltrato físico en niños y adultos son muy serias. El hecho de que estos castigos físicos se hayan normalizado a lo largo de la historia y sigan siendo normalizados en muchas partes del mundo no significa que sean buenos o que sus consecuencias sean menos reales.

La mayoría de los niños del mundo viven en países donde el castigo físico sigue estando permitido por la ley. Como consecuencia de esta falta de regulación, el 63% de los niños de 2 a 4 años (250 millones de niños) son sometidos regularmente a castigos físicos por parte de sus cuidadores. La creencia en la eficacia de este tipo de castigo nunca se ha puesto a prueba. Afortunadamente, ahora podemos estudiar los efectos de este tipo de crianza y hemos descubierto que, por el contrario, una sólida cantidad de investigaciones demuestra lo contrario. En este texto discutiré tres razones principales por las que el castigo no debería ser utilizado bajo ninguna circunstancia. También discutiremos de los mecanismos en que los castigos físicos son nocivos para las víctimas y el tejido familiar. 

El castigo físico como forma ineficaz y contraproducente en su objetivo de fomentar un buen comportamiento.

El castigo físico se ha utilizado principalmente porque se cree que es la mejor manera de corregir el comportamiento de los niños. Sin embargo, se ha descubierto de forma abrumadora que el castigo físico en realidad está asociado con un deterioro del comportamiento a largo plazo.

En el estudio realizado por Elizabeth T. Gershoff: “Spanking and Child Development: We Know Enough Now To Stop Hitting Our Children” se revisaron los resultados de varios estudios longitudinales. El objetivo de este metaanálisis era crear una fuente de información concisa sobre los posibles efectos del castigo físico y las palmadas. Ninguno de los estudios revisados encontró ninguna relación positiva entre las palmadas y la corrección del comportamiento a largo plazo; de hecho, ocurre lo contrario. Este informe identificó que el castigo físico predice de forma consistente un aumento de los problemas de conducta infantil a lo largo del tiempo. Esta revisión concluye que la consistencia de estos hallazgos indica que el castigo físico es perjudicial para los niños. 

También se descubrió que irónicamente en la mayor parte de los casos se utilizan las palmadas cuando los niños son agresivos. En los 27 estudios revisados, el resultado fue que el uso de palmadas aumenta la agresividad en los niños. Esto es debido a que cuando se usan las palmadas, el niño aprende que, para la persona que está a cargo, es aceptable y razonable utilizar la violencia para lograr sus objetivos. Este mensaje perpetúa la violencia intrafamiliar. Dar palmadas envía igualmente un mensaje contradictorio:  “haz lo que te digo, pero no lo que yo hago”.

El castigo físico está asociado con múltiples efectos negativos a corto y a largo plazo

En el estudio: “Spanking and Child Outcomes: Old Controversies and New Meta-Analyses” encontraron que el castigo físico estaba asociado con una conformidad inmediata, pero el precio era una baja internalización moral, daño a la relación padre-hijo, reducción de la calidad de la salud mental en la niñez y en la edad adulta, niveles más altos de agresión, comportamientos antisociales en la edad adulta, aumento del riesgo de ser abusado físicamente, y aumento del riesgo de abusar físicamente de una futura pareja o hijos en la edad adulta. 

El castigo físico ha sido asociado con múltiples efectos negativos para la salud mental

En la investigación “Physical punishment and mental disorders: results from a nationally representative US sample”, se investigaron los posibles efectos del castigo físico, (Definidos como: empujar, agarrar, zarandear, abofetear, pegar), pero teniendo cuidado de excluir los malos tratos más graves (como el abuso físico, sexual, emocional o la exposición a la violencia conyugal). El resultado mostró que el castigo físico se asociaba con mayores probabilidades de trastornos del estado de ánimo, trastornos de ansiedad, abuso/dependencia de alcohol y drogas y diversos trastornos de la personalidad. 

En la misma línea, la investigación: “Physical punishment, childhood abuse and psychiatric disorders” se investigó la asociación entre el castigo físico por sí solo y la probabilidad de psicopatología futura y se descubrió que el castigo físico estaba asociado con el consumo y la dependencia del alcohol, desarrollo de depresión severa  y el desarrollo de problemas de conducta externalizantes (trastornos psicológicos caracterizados por comportamientos que suelen ser agresivos).

Los mecanismos de cómo el castigo físicos  afectan a las víctimas y la vida familiar

Nuestra salud mental está íntimamente ligada a nuestro entorno y a nuestras relaciones cercanas. La formación de nuestra imagen como individuos se ve influida en gran medida por cómo nos ven y nos tratan las personas que nos rodean. Cada palabra o acción hecha hacia nosotros nos está enviando información sobre cómo nos percibe el mundo. Sin ninguna duda, los castigos envían mensajes perjudiciales. Esto tiene un efecto directo en la salud mental de los niños que los reciben y en la calidad de las relaciones y dinámicas familiares. El hecho de utilizar la violencia tiene varios efectos nefastos que discutiremos acá:

1. Al golpear a un niño estamos estableciendo una relación de poder autoritaria y tiránica en la que la persona a cargo, tiene el control y nadie puede decir nada al respecto. En esta situación necesariamente ponemos a la otra persona en una posición de sumisión, le estamos enseñando a obedecer y a no escucharse a sí misma. Definitivamente, esta no es una buena base para construir un buen sentimiento de autoestima. Para tener autoestima y autorresponsabilidad tenemos que tener la capacidad de confiar en nosotros mismos y escucharnos, dialogar y defender nuestros intereses de forma calmada y razonable. 

2. Cuando golpeamos a un niño, nuestro principal objetivo es generar miedo. Miedo suficiente para que nuestra voluntad se cumpla por temor a las consecuencias. Generar miedo a la violencia y al dolor.  Esto lleva al niño a obedecer por miedo y no por convicción. Esto es perjudicial para la salud mental porque, efectivamente, el niño vive en un ambiente de miedo constante. En este entorno el niño entiende que su bienestar no es una prioridad  para las personas que lo rodean. El niño tiene razón en entender que la única prioridad es la obediencia. Esto puede tener varios efectos negativos. Por un lado, esto puede hacer que el niño comprenda que está solo, y que si quiere hacer cosas que para él son importantes, pero sus padres se lo prohíben, la única solución es esconderse. En casos extremos, esto puede llevar incluso a generar la creación de una falsa identidad construida sobre la mentira y el miedo a la intolerancia y la violencia. 

Otro efecto nefasto es que vivir en un ambiente de miedo y de tiranía también es perjudicial para la salud, ya que el niño va a vivir en un estado en el que el sistema nervioso vive en una situación de activación crónica y estrés constante. El estrés crónico disminuye las defensas y deja el sistema inmune más vulnerable a enfermedades. También puede ser extremadamente agotador emocionalmente.

Algunos pueden argumentar que es precisamente la importancia del bienestar de sus hijos lo que les lleva a castigarlos. Esta postura es tristemente falsa y francamente perezosa.  Cuando el bienestar de alguien nos interesa realmente, nos tomamos el tiempo necesario para escucharlo, comprenderlo, apoyarlo, encontrar acuerdos que proporcionen bienestar a todos. Cuando el bienestar de alguien nos interesa realmente lo tratamos con respeto y dignidad. Tratar de imponer nuestra voluntad como una aplastadora no es respetuoso ni cuidadoso del bienestar de la otra persona. Utilizar los castigos físicos es en realidad una excusa para no hacer el trabajo necesario para criar hijos sanos y construir relaciones de familia fuertes.

3. El uso de la violencia presupone que no creemos que se pueda utilizar ningún otro medio de razonamiento; cuando golpeamos a alguien lo hacemos porque consideramos que es la única forma de hacer que otra persona entienda nuestra voluntad. Por lo tanto, estamos suponiendo que la persona no tiene capacidad intelectual para razonar con nosotros. Este es un mensaje muy dañino para un niño. Por el contrario, es importante hacerle entender a nuestros hijos que su opinión es importante y que están en un ambiente seguro para expresarse libremente y ser escuchados. Esto no significa que estemos de acuerdo con ellos en todo, sin embargo, hablando se pueden explicar, razonar y llegar a acuerdos.

4. El pegarle a los niños destruye completamente la confianza familiar. Al utilizar la violencia como herramienta de crianza, nuestros hijos dejan de confiar y respetar a sus padres. El hijo ve a un padre con pocas o nulas capacidades para regularse emocionalmente, para comunicar asertivamente y para gestionar las relaciones con el hijo sin recurrir a la violencia. Esto le envía el mensaje al niño de que sus padres tienen limitadas capacidades emocionales, relacionales y humanas. Al ver este comportamiento tan poco emocionalmente maduro y consciente, los hijos naturalmente van perdiendo poco a poco el respeto a sus padres. Al utilizar la violencia también se da un mal ejemplo. Se enseña que los desacuerdos relacionales se resuelven con violencia y tiranía. Esto es claramente muy malas bases para construir relaciones sanas y respetuosas. 

Conclusion 

El Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas ha declarado definitivamente que el castigo físico es una forma de violencia que viola los derechos del niño a la protección, la dignidad y la seguridad física. De hecho, numerosos estudios han demostrado que el castigo es no sólo ineficaz sino perjudicial. Existe un consenso cada vez mayor entre los profesionales de la salud de que el castigo físico de los niños es nocivo para la salud física y mental, lo que ha llevado a 62 países a prohibir el castigo físico hacia los niños y a otros 27 países a comprometerse a hacerlo.

Después de leer esto, no cabe duda de que el castigo corporal debería ser cosa del pasado. Es absolutamente inaceptable maltratar a nuestros hijos. Especialmente con tanta información que informa sobre los efectos negativos. Los niños son frágiles y merecen ser tratados con respeto, empatía, consideración, paciencia y, sobre todo, humanidad. Llegan a nuestras vidas totalmente a nuestra merced y confían plenamente en que nosotros sepamos qué es lo mejor para ellos. Es nuestra responsabilidad educarnos y hacernos merecedores de esa confianza. 

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